Feng Shui, arquitectura y cerebro
Feng Shui, esta palabra que nos suena pero que aunque ahora está en auge, no la comprendemos muy bien.
A los occidentales nos suena a esoterismo, decoración… y para nada esto es así. Los chinos desde antiguo intentaron potenciar la salud y el estado de ánimo a través de la relación entre el espacio y su incidencia sobre la mente. Para esto usaban el entorno, el diseño del lugar, la luz, el color… Sabían que todo esto podía ser positivo sobre el bienestar del ser humano.
Hoy se sabe que un tipo de color o de luz influye sobre el estado de ánimo y esto nos lleva a actuar en la vida de determinadas maneras. No nos sentimos igual en espacios con techos altos o bajos, o en lugares cerrados o abiertos al campo, o en sitios atestados de objetos o lugares vacíos. Y esto produce diferentes emociones y en consecuencia distintas formas de actuar.
En el tiempo actual, a través de diferentes campos profesionales como el mundo de la salud, la arquitectura, etc., se han realizado estudios para conocer cómo los entornos actúan sobre el cerebro; así en las empresas emplean diferentes técnicas (como por ejemplo las 5S) que ayudan a generar mayor rendimiento y productividad. Esto es a consecuencia de que el trabajador realiza sus tareas de forma práctica y fluida. Pues mira, esto, se llame como se llame, es Feng Shui.
En arquitectura aparecen estudios varios a los que denominan neuroarquitectura, psicología del espacio, entornos mejores… Al igual que en otras diferentes artes o técnicas, los antiguos orientales ya conocían (no sabemos con qué base) estas disciplinas a las que denominamos Feng Shui.
Me alegro de que hoy la neurociencia haya avanzado y a través de la neuroarquitectura y otras técnicas haya demostrado lo que los orientales llevan años aplicando y desarrollando. Y que tanto ellos, como los profesionales de hoy en día llamamos FENG SHUI.